En el principio era EL VERBO, y el verbo era con DIOS,. Así comenzó su evangelio el apóstol San Juan, evocando a la palabra como una viva expresión de lo que pensamos y a veces de lo que sentimos.
Habló el apóstol reafirmando "El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros", decretando como si la palabra fuera la expresión "divina" de "DIOS" entre nosotros.
Es decir que, que si cumplimos cabalmente nuestra palabra comprometida, podemos hablar como quien tiene poder, y si la sostenemos de manera constante en todos nuestros debéres, nos hacemos excelentes.
Este concepto nos enseña el porqué aquí tenemos oficinas, consultores, mercadólogos, y medios de comunicación, con tanto poder social, político y económico, que tienen inteligentemente la seriedad y el cumplimiento como marketing de alto perfíl por los altos beneficios que este reporta, debido a la profunda crisis por la que atraviesa la palabra en el presente siglo.
Dicen algunas personas jocosamente que el trato de la palabra ya solo vale en algunas galleras, y no es para menos, si ya muchos les llaman habilidosos a los corruptos.
Pero estas difultades serán transitórias, propias de un mundo que marcha en cambios constantes
y necesarios para el desarrollo de la humanidad.
DIOS permite la experiencia para la armonía, el dolor despierta, y es en nosotros el toque de crecimiento espiritual.
El pronunciamiento, !yo estoy bien!, me llevará positivamente a poner mi vida en orden, y si con serenidad acepto las cosas que no puedo cambiar, DIOS me dará fuerzas para cambiar las sí puedo, luego le ruego a mi DIOS, sabiduría para diferenciár entre que aceptar y que cambiar.
Aprenderé que con la ayuda de DIOS que el éxito y la felicidad son de mi absoluta responsabilidad.
Comenzaré "hoy" a no defraudar a quienes confian en mi : les cumpliré puntualmente.
"Hoy" realizaré un acto de amor. Prepararé un inventario de deudas olvidadas y con alegría las pagaré..
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